En una reciente tribuna del diario Granma,
Fidel Castro estimó que pronto los humanos tendremos que hacer frente
a un ejército de robots. Expresaba así su temor por los inmensos
avances que está realizando la firma Boston Dynamics en sus
preparativos de robots para el Ejército de EEUU. Pero el Compañero
Fidel quizá se equivocaba. La primera relación entre los humanos y
robots no significará que haya que plantar cara a una tropa de terminators; habrá más bien que decidir si queremos relacionarnos con amantes robóticos capaces de hacernos el amor, de excitarse y de vivir emociones en la cama.
Varias firmas europeas, estadounidenses y asiáticas aseguran que están dando las últimas pinceladas
a los futuros robots domésticos de entretenimiento y de compañía, que
podrán disponer de funciones de “acompañamiento sexual”, algunos de
los cuales han sido presentados recientemente en una exposición en
París.
Se trata de un mercado que muchos ven enorme para los próximos cinco años.
Según el anuario 2009 del World Robotics de Frankfurt, entre 2009 y 2012 se venderán unos 12 millones de robots
de compañía, por valor de unos 3.000 millones de dólares. Corea del
Sur, por ejemplo, tiene ya un programa gubernamental y privado en
marcha para dotar a cada hogar, antes de 2014, con un robot de
compañía. Dos especialistas en robótica, David Lévy y Henrik
Christensen, se han ganado de hecho cierta celebridad al anunciar en
reuniones científicas que “la gente tendrá relaciones sexuales con los
robots dentro de cinco años”.
Otros no tienen tantos remilgos. Algunas unidades
de robots sexuales ya han entrado en servicio y en fase de
explotación comercial en Japón. Son, por ejemplo, las Honeydolls de la firma japonesa Axis, que se jacta de disponer de un robot capaz de besar, de gemir de placer cuando se le acaricia el pezón, y que dispondría de “grados de libertad” (articulaciones) suficientes para adoptar casi cincuenta posiciones de coito.
En realidad, esa Honeydoll es de momento sólo una muñeca ultraperfeccionada, con alguna capacidad de interacción humana gracias a los primeros retazos de inteligencia artificial.
Limitaciones que, por cierto, no le impiden ser alquilada por ciertos
hombres de negocios de paso en Tokio, como cualquier prostituta.
Pero, para Bruno Maisonnier, presidente de la francesa Aldebaran Robotics, lo importante está en que ya existen prototipos de I+D incompletos,
destinados a demostrar la viabilidad de robots de compañía autónomos, y
que dejan abierta la puerta a que subcontratistas instalen funciones
sexuales en esa plataforma.
Entre esas firmas capaces ya de fusionar los
primeros avances de inteligencia artificial con cuerpos mecánicos
dotados de articulaciones sintéticas y autonomía, dos grandes
corrientes rivales se enfrentan.
Ciertos laboratorios se orientan hacia un robot de compañía que, entre muchas otras funciones, sería un juguete sexual hipersofisticado.
Con su inteligencia y autonomía, podría cosquillear zonas erógenas,
pronunciar frases que exciten al humano y, poco a poco, sería capaz
incluso de aprender lo que a su dueño le gusta y lo que no. Pero no tendría apariencia humana,
por razones de tipo psicológico y psicoanalítico.
Es el caso del
proyecto NAO, de Aldebaran Robotics, la plataforma de estudio de robots
más extendida en las universidades 300 ejemplares académicos en todo
el mundo y seleccionada desde 2008 como plataforma universal de la
gran cita de la robótica, la RoboCup de fútbol.
NAO sólo mide unos 50 centímetros, y es el prototipo para otro proyecto, ROMEO, que medirá 130 centímetros. Además de la posibilidad de limpiar o hacer la compra, nadie prevé impedirle que, en 2050, la inteligencia artificial lo convierta en amante ideal.
Inteligencia artificial
Otros laboratorios, en su mayoría japoneses o
surcoreanos, son más osados, en el plano técnico y también en el
antropológico. Quieren dar al robot sexual la apariencia de una bonita
azafata joven, o incluso de una estrella de cine porno voluptuosa,
para alcanzar la mujer objeto perfecta. HRP-4c, del Instituto de Ciencias Industriales avanzadas de Tokio, va por ese camino.
Este robot sexual será un cruce entre una muñeca perfecta y una máquina con inteligencia artificial. Tendrá órganos genitales sintéticos, como los que ya fabrica la empresa estadounidense Abyss Creations, que ha sido copiada por las Honeydolls de Axis.
La ansiedad por alcanzar la mujer-robot perfecta es tal que ya ha dado lugar a timos.
Una empresa llamada AI Robotics prometió a primeros de este año la
robot sexual que, además, daba masajes y cocinaba. Todo era falso, y
los dos compinches que lanzaron el bulo, que pretendían ser diplomados
de la Universidad de Kobe, desaparecieron de la circulación con el
botín de los inversores que preveían hacerse de oro con el invento.
Ni que decir tiene que ese futuro robot sexual será una mujer. Para los proyectos de androide, va a haber que esperar. Por muy modernos que sean los proyectos, al viejo fondo machista y patriarcal de la tecnología nadie lo toca.
Sea como sea, la búsqueda del esclavo sexual
robótico, siempre dispuesto a satisfacer las necesidades de su dueño
sin rechistar, promete traer consigo también la vieja discusión, muy
socorrida en la ciencia ficción, sobre los derechos de los robots.
Corea del Sur ya ha decidido elaborar una Carta de Ética Robótica,
en la que prevé prohibir las relaciones sexuales entre robots y
humanos y que podría ser, incluso, inscrita en la
Constitución. Los
expertos Christensen y Lévy, por su parte, se han posicionado sobre la
necesidad de elaborar códigos de roboética liberales
en materia de sexo. Lévy cree que “la existencia de robots sexuales
disponibles traerá beneficios sociales y psicológicos significativos”. Y
concluye: “El debate no ha hecho más que empezar”.
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